El tiempo corre en contra de los dirigentes opositores nicaragüenses, quienes, tras el fracaso de una alianza electoral, analizan con reservas un “acuerdo político” que permita la unidad. De no llegar a buen puerto, las próximas elecciones se dirimirán en una contienda a cuatro bandas: el Frente Sandinista, por un lado; un grupo de partidos colaboracionistas, por otro; y la gran mayoría azul y blanco partida en dos: la Alianza Ciudadana con Ciudadanos por la Libertad (CxL) por un lado, y la Coalición Nacional con el Partido Restauración Democrática (PRD), por el otro.
Así, este es el mejor escenario para la continuidad de Daniel Ortega y Rosario Murillo en el poder, en unas elecciones bajo estado policial con la maquinaria electoral controlada por el FSLN. Analistas políticos coinciden en que, la reciente reforma electoral y la elección de magistrados del Poder Electoral, afines al oficialismo, ponen cuesta arriba un posible triunfo opositor; y ahora, la división del voto azul y blanco facilitará más la materialización de un fraude electoral, advertido ya por organizaciones nacionales e internacionales.
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